Si no me conoces y te dicen que soy alta, no les creas, mi estatura es de 1,65 mts.
Si llegas a escuchar que me hace falta recibir el sol, eso si que es mentira, porque mi raza es morena y como una chocoana pura que soy, lo que menos me preocupa es tomar el sol.
Mis dientes color algodón resaltan en mi cara, mi pelo aunque difícil de manejar siempre lo llevo como el de una princesa.
Como en un cuento de hadas, cuando las personas menos se lo imaginan y entre una noche primorosa, como muchas que hacen en mi pueblo,  el 5 de marzo de 1988 llegué al mundo, era un sábado y el reloj marcaba las 10 de la noche.
Aunque todo era bello sucedió algo extraño, no quise llorar, los doctores y enfermeras no lo podían creer, mis padres creo que se asustaron un poco, pues no sentían llorar a su hija y tal vez, hasta pensaron que podría estar muerta; pero lo que pasó era que tenia mucho sueño y no me quería despertar, ahora  entiendo por qué me encanta dormir.
Mis padres, los guerreros, mi ejemplo y mi razón de ser,  son Rubiela Idalia Mosquera Arboleda y Euclides Lozano Rivas a quien desafortunadamente ya no puedo tener a mi lado físicamente, pero igual yo se que él siempre está ahí acompañándome a mi y a mis otras 3 hermanas: Karen Milena; quien es médica general egresada de la Universidad de Antioquia y labora en la Nueva EPS- Villanueva; Wendy, egresada de la UPB en Sicología y Judy Lizette, estudiante de 9° semestre de derecho en la Universidad de San Buenaventura.
Mi familia no es tan grande como acostumbran serlo en el Chocó, donde los hombres llegan a tener hasta 7 mujeres y con cada una de ellas sus hijos.
Toda mi niñez y parte de mi adolescencia la viví en Quibdó, pueblo rico en oro, platino y  la alegría de las personas se ve y se siente por todas partes. Mis estudios de quinder, primaria y secundaria los realicé en la misma institución pero con diferentes nombres: el quinder se llama Semillitas al IEFEMP; la escuela, Anexa al IEFEMP y el colegio, Instituto Femenino de Enseñanza Media y Profesional de Quibdó.
Mi tiempo en el colegio fue lo mejor, cómo olvidar a mis amigos, los profesores, esos descansos donde me reunía con mis amigas a hablar de todos los niños que nos gustaban y esas salidas los fines de semana que siempre convertíamos en paseo.
Fui una estudiante destacada, no sólo en lo académico sino en la parte artística y cultural, pues siempre estaba presente en los festivales de la canción y demás eventos recreacionales, todo transcurrió normal hasta que llegó la edad en la que los gustos y el físico de toda mujer cambia: los 15 años, con ellos llegaron toda clase de problemas en mi casa, pues para mi era raro que todas mis amigas tuvieran novio y yo no, pues esa era la mentalidad de mis papás: “Cuando termine el colegio puede tener novio, antes no”.
Eso para mí fue algo pasajero porque ya cuando estaba en 11 pude tenerlo, pero a cambio de esa felicidad llegó el dolor más terrible que poco he podido superar: la muerte de mi papá. Fue algo inesperado y más por que murió solo, estaba en Medellín y pasaron 3 días para que nos enteráramos de esta trágica noticia, que llegó un día sábado a las 8 de la mañana y que yo por estar durmiendo me enteré demasiado tarde, aún retumban en mi las palabras de la empleada cuando entró a mi cuarto y me dijo “niña, se murió el señor, se murió su papá”… No continúo esto por que las lágrimas no me lo permiten y los recuerdos me invaden mi corazón y mi mente.
En fin, continué con mi vida normal, con problemas, alegrías, tristezas. Terminé el colegio y al año siguiente (2006) me vine a estudiar inglés a Medellín mientras me presentaba a la UPB,  a la carrera de mis sueños, donde una princesa como yo podía demostrar el talento y la verraquera que tenemos los morenos: Comunicación Social, con el objetivo claro de ser presentadora de noticias.
Volviendo a mi niñez, tuve situaciones favorables y desfavorables, pero al ser la menor de la casa fue mucho lo que me consintieron, claro, lo que se podía por que mi mamá dice que era muy rebelde y orgullosa. Cuando tenía 5 años tuve un accidente en la casa de los abuelos, era una mañana lluviosa y estaba jugando con unos primitos algo mayores, mi mamá me dijo que no jugara en el patío por que estaba mojado y resbaloso, yo como todo niño rebelde no hice caso, caí y me hice una herida terrible que me dejó una cicatriz en el brazo izquierdo, algo parecida a la de Harry Potter en su frente, la única diferencia es que la mía no tiene poderes, y me hace sentir como una persona igual a las otras, vulnerables y que definitivamente cuando la mamá habla hay que hacerle caso.
Mi niñez siguió a un ritmo normal, de ella lo que más recuerdo y lo que me parece súper bonito es la navidad, el hecho de que toda la familia se reuniera en la casa de los abuelos y que todos los que no estaban viviendo en Quibdó sino en otras ciudades llegaran para mi era lo mejor, los regalos, las cenas navideñas, el muñeco de año viejo, la pólvora y demás cosas que siempre le llaman la atención a los niños. Y como olvidar la inigualable fiesta de San Pacho, con los tradicionales bailes y comparsas.
Una navidad que tal vez contrasta con las otras, fue la que pasamos sin el perro familiar en la casa de la abuela, una especie de pastor alemán que por generaciones acompañó a la familia y que el día menos pensado desapareció para siempre, “Porquis”, como se llamaba era el amigo fiel de todos, el que fastidiaba, pero que hace falta y más cuando llegan los recuerdos de las navidades en que salía corriendo y se escondía debajo de las camas por que le tenía miedo a los voladores.
Mi ídolo y ejemplo a seguir es mi mamá, por que siempre ha sido una mujer luchadora que ha sabido sacar a sus hijas adelante prácticamente sola, pues mi papá trabajaba en Salgar y era poco el tiempo que pasaba con nosotras.
Desde hace 2 meses tengo un novio con el que me siento plena, se llama Andrés, estudia y trabaja, hablamos todo el día por celular y como ya tengo más de 18 años y puedo tener novio, intento disfrutarlo al máximo, pues el amor siempre va a ser bueno.
Como una buena chocoana disfruto de mi vida en grande, disfruto desde un confite hasta un beso de mi novio, le hago fiesta hasta a un velorio, pero de igual forma seguiré siendo la mujer reservada, analítica e inteligente de siempre.
domingo, 1 de marzo de 2009
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